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Por Oscar aleuy , 10 de mayo de 2025 | 20:59

Los primeros carabineros de Aysén, rodeados de peligros, frío y muerte

TAL COMO DICE EL RELATO DE HOY. Grandes distancias, fríos indetenibles, riesgos de quedar sordos por el frío, reumáticos, y medio locos, con viajes eternos y distancias por tierra de cordillera a mar . (Foto Redes)
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El 6 de Abril de 1931, Carabineros de Aysén se organizó en comisarías. En el puerto existían la primera de Coyhaique con Tenencia de Coyhaique Bajo y retenes en Baquedano, Valle Simpson, Balmaceda, Ñirehuao, Puesto Viejo, Punta El Monte y El Zorro. 

Funcionaba ya la Tenencia de Lago Buenos Aires con los retenes de Cochrane y Ushuaia; la Tenencia Cisnes la conformaban los retenes de Palena, Futaleufú y Lago Verde y por último, la Segunda Comisaría de Puerto Aysén estaba representada por los retenes de Aduana, El Balseo y El Correntoso.

La historia inicial de las comisarías de Carabineros de Chile Chico parte el año 1949, a cargo del capitán Benjamín Acuña Orellana y como segundo jefe el teniente Temístocles González. En 1954, la subcomisaría se eleva al rango de Comisaría a cargo del mayor Francisco Martínez Lobos.

En Mallín Grande un pequeño poblado se yergue en los principios del siglo, lleno de fuerza interior y con la presencia de Carabineros, donde destacan Salvador Caimapo, Juan Sandoval, Juan Bravo y Agustín Ojeda.

En 1929, Gustavo Godoy Osses es comisionado para traer hasta Baquedano el primer escuadrón de Carabineros, que proviene del regimiento de Carabineros de Ferrocarriles de Santiago y su comandancia está en la Estación Alameda. Llegan primero a Puerto Aysén y luego se dirigen a Baquedano donde quedan provisionalmente instalados en los albergues de la estancia de la Sociedad.

También en las ceremonias previas a la fundación de Coyhaique aparecen nombres de carabineros inolvidables, como éste del Oficio 256 que revisamos:

Decreto N°62. De acuerdo con las atribuciones que me confiere la ley de las Municipalidades, he acordado y decreto: Nómbrase una comisión para celebrar el aniversario de Coyhaique y también tenga a su cargo la confección del programa para la fundación del nuevo pueblo de Baquedano, a los siguientes señores: Subdelegado de la comuna de Aysén, Capitán de Carabineros don Belisario Fritz Silva; Delegado Municipal de Coyhaique, don Thomas R.Anderson; Delegado Municipal de Valle Simpson don José Delfín Jara y señores Juan Carrasco y Félix Orellana. Anótese, comuníquese y dése cuenta. Fdo.: Ciro Arredondo Lillo, Alcalde.

Los carabineros estuvieron en las confrontaciones deportivas de la estancia, entre Marcarruedas y Carabineros, lideradas por el baqueano de Marchant sargento Jerónimo Huenchuleo Montanoff. Grandes tenientes como Huaso Urzúa, tenientes Clavería y Emeterio Gómez, no pueden olvidarse. 

DOS DESTACADOS carabineros del principio de Coyhaique,DANIEL MAYORGA y ALADIN VASQUEZ, entrevistados en 1993 (Fotos familias)

Grandes carabineros del tiempo de las fundaciones.

Florín Canales fue guardia de palacio en La Moneda y llegó a Aysén en Mayo de 1931. A cargo del grupo llegan 16 Individuos de Tropa, dos Cabos, un Subteniente y un Viceprimero. Canales llegará con el grado de Cabo Segundo y a las cuatro en punto de la tarde hacen su entrada en barco a Puerto Aysén, donde una Banda de Carabineros recibe a los viajeros con aires marciales.

El carabinero Daniel Mayorga es uno de los últimos en ser capaces de dar la vuelta al nuevo siglo. Llega a la provincia desde la chilota isla de Chulín, donde nace en 1907. En la entrevista recuerda con entusiasmo aquellos nítidos días del nacimiento del pueblo, con el asombroso detalle de un coronel Marchant que va a formalizar la fundación de Coyhaique. Posteriormente, es Mayorga quien integra piquetes para atrapar forajidos que hacen de las suyas en toda la provincia. Para efectuar estos trabajos de pesquisa, hay que ser un hombre muy macho, según sus propias expresiones. En medio de aquellas circunstancias conocerá al Rubio de la Pera, uno de los bandoleros que se formó en la escuela del miedo y la represión.

Juan Diógenes Sandoval trabaja en Guadal con varios otros colegas carabineros, uno de ellos el cabo Enrique Leal, quien cuenta en rueda de amigos que parece que fue fiera la pelea a balazos y cuchillo entre dos conocidos bandoleros de río Neff, un jinete y un caminante. El cabo Leal me hace regresar a las pantallas de un cine, cuando ubica a ambos forajidos esquivándose mutuamente, el jinete detrás del cogote de su cabalgadura y el caminante por entre los roqueríos. Finalmente, ambos mueren en el segundo preciso, uno por haber recibido un tiro certero y el otro al ser atravesado el corazón por el filo de la daga.

Adán Jaramillo será asignado a varios retenes, en la Colonia, Chile Chico, Ibáñez, El Zorro y Ñirehuao, siendo respetado por subalternos y amigos. Su vida transcurrió después en Coyhaique, apacible y plácida, rodeado de recuerdos y hazañas en una casa acogedora donde estuve varias jornadas destapando detalles como estos, en plena calle Sargento Aldea.

Aquellas primeras autoridades, sus nombres, acciones y presencias, se resisten a irse del recuerdo. Uno de ellos, de entre tantos nombres gloriosos, era el teniente de carabineros Pedro Zúñiga Gaete, a quien le cupo la misión de preparar la ceremonia de fundación, de conseguir llevar adelante la preparación de mesa, mantel, pluma, acta de fundación y ambientación para que un grupo de pobladores y autoridades se pararan frente a un cajón convertido en escritorio, en un sector de la actual plaza.

 

La única comisaría intacta de aquellos días.

Un día llegué recorriendo hasta los parajes de la Escuela Agrícola, pero no repetí el mismo trayecto de siempre, entrar y quedarme bajo las grandes sombras de los álamos que sembró a fines del siglo XIX don Arismendi, trayendo los cogollos desde Río Mayo. Pasé de largo y quise quedarme con las imágenes de los Bórquez, vecinos de la casa antigua de los Novoa, desde cuyos árboles repletos de cerezas yo escuchaba cuando niño las intensas actividades de las enfardadas y las carretas repletas de leña recogida.

En cierto momento creí sentir los mugidos de los vigorosos bueyes o los graznidos de los 34 gansos que volaban de aquí para allá a la misma hora precisa de los inicios del crepúsculo. Había una tranquera cerrada y entré por un agujero lateral, con grandes dificultades ya que mi cuerpo no refleja la esbeltez de cuando era niño. 

Lo primero con lo que me encontré fue con esa casa, medio derruida pero firme aún, llena de óxidos sus planchas de techo, carcomidos sus antiguos maderas, destruidos sus niveles de puertas y ventanales. Me imaginé tiempos pretéritos con los primeros individuos de tropa llegando ateridos de frío a buscar ahí el refugio para sus cuerpos. Recordé los testimonios de Jaramillo que allí llegó, de Mayorga, Vásquez, de tantos otros que me contaron sus viajes de tiempo y juventud.

EN AYSEN, hay que ser dos veces chileno para vivir. Los pioneros sufrieron hambre, frío, cansancio, enfermedades, aislamiento y pobreza. Hoy, los carabineros pueden posar en fotos con uniformes impecables y caballos ataviados. (Foto Redes)

Pero esta era otra casa, era la comisaría ochenta años después, derruida y cayéndose. No perdí ni un solo minuto y disparé fotos, muchas de ellas malas, desenfocadas por la emoción del momento y que me encuentro revisando y seleccionando.

Fernando Japque llegó a trabajar con los ingleses ya casi al final de los años 40, como capataz de hacienda de la sección Longaví, que es donde yo tomé las fotos de aquel retén. Don Fernando se desempeñó como capataz primero en la sección de Ñirehuao, siendo después trasladado a la sección Maravillas, un cuadro ganadero de gigantescas capacidades, según fotos impresionantes que acaban de llegarme, con nitidez soberbia, miles de cabezas de ganado y sus capataces y peones mirando hacia la cámara siempre precisa de Rabah.

Estoy hablando entonces del primer retén que existió en el territorio de Aysén, a fines del siglo XIX cuando los administradores ingleses de esta parte de Coyhaique Bajo se encontraban levantando y organizando sus actividades estancieras según el convenio de arrendamiento con el gobierno. Me contaron esa mañana que aquí funcionaban esos primeros carabineros que vestían el uniforme azul. Según la disposición de estos uniformados, el color caqui comenzó a usarse por decreto desde 1927, pero antes los uniformes eran de color azul con un casco redondo, modelo inglés, forrado en género azul marino, con punta de metal blanco. Al frente portaba un número de orden y, poco más arriba, el número de la Comisaría.  La blusa era de paño azul marino, con dos bolsillos superiores superpuestos, con fuelle al centro y tapa de tres puntas abrochada al centro con un botón chico de metal. Los grados estaban señalados con estrellas de paño granate en las mangas y con tiras del mismo paño en las palas. El pantalón era de paño azul gris, recto o de montar. Usaba zapatones o polainas, y cinturón blanco con chapa de metal blanco con estrella. Zapatones y polainas de color negro correspondían a las zonas Central y Sur, en tanto que el amarillo distinguía a la zona Norte.

Estamos en presencia de esos años, aquí en este retén viejo que aún permanece en pie por obra de un milagro aquí, a cuatro kilómetros de Coyhaique.

La casa está en el sector colindante de la Escuela Agrícola, vale decir en el predio de los Bórquez, al lado. Y la ubicación del retén se dio en momentos en que no se hablaba todavía de un poblado como Baquedano, siendo los dos puntos estratégicos más importantes la administración de la Agrícola, el puesto El Zorro y el retén de Coyhaique Alto que era capaz de entroncar hacia las estancias de Ñirehuao y Baño Nuevo. Incluso la disposición de la casa mira hacia el oriente, vigilando acontecimientos entre ambos retenes. Es una casa de dos aguas, dos puertas principales con sus dos ventanas laterales y en la parte posterior solo una ventana que ocupa muy poco espacio, deduciéndose de este modo la existencia de un calabozo que no sumaba ventanas y que se encontraba en el ala norte, dando la espalda a los añosos álamos que ahora están pero que antes no existían. Una gran chimenea de cemento completa la estructura de la casa, ubicada al centro de la casa, emergiendo justo en la mitad de la casa, suponiéndose la existencia de un salón central espacioso con oficinas y comodidades hogareñas.

 

Zambrano y Mackay con sus cerros familiares

Zambrano vivía en las afueras del pueblo, frente al cerro Mackay. Era serio y lleno de enjundias su hijo Zambrano, y sabía defender el nombre del predio. Llegaba a mis talleres, confundido y dolido por llamar cerro Mackay al Divisadero. Me explicaba con lujo de detalles la diferencia.

Aquí viene lo del último sufrimiento. Ricardo Mackay sufría el mismo conflicto. El Cerro Mackay no quedaba en la Recta, me decía. Entonces uno termina por advertir que en Coyhaique la mayoría de los sucedidos y de las contadas son mentiras de habitantes, con grupos que inventan cada cual lo que venga. Y como son creíbles, queda la melcocha.

Lo último es lo que dice el epígrafe: Los tempranos días de los carabineros de Aysén, cuando enfrentaban solos la nieve y el viento, el alojo en medio de la cordillera y el viaje a caballo hasta un juzgado de Chiloé.

Eso me lo repitió hasta el cansancio Ricardo Mackay y también el querido Aladín Vásquez. Había que llegar por la cordillera a caballo con el reo esposado en la montura. Calcule cuánto duraría el trayecto hasta las oficinas de Castro. Vásquez quedó sordo por el frío de la escarcha. Claro, no se tapó las orejas.

Todos estos personajes prevalecen con nosotros en mis talleres de Viña del Mar. Como nunca, me siento acompañado con sus recuerdos, sus fotos, sus voces en cassetes. Menos mal que aún se fabrican los tocassetes. Aunque no tan buenos como lo eran en los 80. Y demasiado raros para estos tiempos tan distintos.

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Oscar Aleuy, autor de cientos de crónicas, historias, cuentos, novelas  y memoriales de las vecindades de Aysén. Escribe, fabrica y edita sus propios libros en un difícil trabajo. Ha escrito 4 novelas, una colección de 17 cuentos patagones, tra colección de 6 tomos de biografías y sucedidos y de 4 tomos de crónicas de la nostalgia, niñez y juventud. A ello se suman dos libros de historia oficial sobre la Patagonia y Cisnes. En preparación un conjunto de 15 revistas de 84 páginas puestas  en edición de libro y esta sección de La Última Esquina.
 

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