Opinión
Por Marcelo Vera , 24 de octubre de 2022 | 16:50

Rasgos de personalidad: tienen un rol clave en el desarrollo de enfermedades

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En este sentido, se señala que la herencia hace referencia al proceso mediante el cual la información genética se traspasa de padres a hijos, en tanto que el medio ambiente hace referencia al entorno que rodea y que influye sobre la persona, el cual, en rigor, condiciona las circunstancias de vida, tales como: los factores sociales, familiares, económicos, físicos, culturales, etc., es decir, estamos hablando de la “cuna” donde nace, crece y se desarrolla un determinado individuo.

El hecho de ser introvertido, impulsivo, pesimista, neurótico, ansioso u optimista pareciera, a simple vista, representar sólo “formas de clasificar las distintas personalidades” de los seres humanos. Sin embargo, el Dr. Dean Hamer, genetista y experto en el tema cáncer, destaca que la mayoría de los rasgos humanos están relacionados con los genes, en tanto que numerosas investigaciones han vinculado estas características –o rasgos de personalidad– con una determinada vulnerabilidad y predisposición a enfermar o, por el contrario, con la capacidad para presentar resistencia al desarrollo de ciertos trastornos y enfermedades. Los investigadores aseguran que estos rasgos pueden representar un factor clave para la salud futura de las personas.

Revisemos, entonces, algunos de los estudios que corroborarían estas aseveraciones:

El “don del optimismo”: una investigación desarrollada por científicos de la Universidad de California (EE.UU.) indica que estar convencido de que todo en la vida puede mejorar es, definitivamente, un “factor protector”. Tanto es así, que las personas optimistas viven, en promedio, 7,5 años más que aquellas personas que viven pensando en la “derrota existencial” y de que nada bueno resultará en la vida. Un segundo estudio llevado a cabo por expertos de la Universidad Carnegie Mellon (Pittsburg, EE.UU.) constató que el optimismo estimula el sistema inmunológico y protege del estrés que afecta a las personas.

La “impulsividad y su relación con las úlceras”: el hecho de ser un sujeto impulsivo y descontrolado emocionalmente no sólo daña a las personas que rodean al sujeto, sino que también afecta directamente la salud estomacal de dicho sujeto. Es decir, una “vida y conducta impulsiva serían equivalentes a una úlcera gástrica”. A este resultado arribó un grupo de científicos del Instituto de Salud Ocupacional de Finlandia, luego de realizar un análisis de más de 4.000 trabajadores. De acuerdo con este estudio, aquellas personas que tenían una personalidad impulsiva tenían 2,4 veces más riesgo de desarrollar este trastorno gástrico como consecuencia de que las personas impulsivas responden al estrés produciendo una gran cantidad de ácido gástrico, lo que –con el paso del tiempo– desencadena una úlcera péptica. 

Una segunda asociación entre impulsividad y problemas de salud fue investigada por médicos de la Universidad de Gales (Reino Unido), quienes observaron que las personas que tienen este rasgo de personalidad tienen más descontrol para comer y, por lo tanto, tienen más riesgo de desarrollar trastornos alimenticios.

La “ansiedad como rasgo”: si usted reconoce que es una persona ansiosa, entonces la recomendación es cuidar su presión arterial, por cuanto, un grupo de investigadores de la Universidad de Arizona del Norte (EE.UU.) descubrió que quienes padecen trastornos de ansiedad presentan, generalmente, problemas con su presión sanguínea. Los médicos estiman que este trastorno se debe a una mayor presencia en la sangre de hormonas asociadas al estrés, tales como cortisol, adrenalina y noradrenalina. Por otra parte, científicos de la Universidad de Antwerp (Bélgica) llegaron a una conclusión aún más preocupante y alarmante: en diez años de tratamientos para el corazón, el 27% de las personas ansiosas murieron, versus el 7% de quienes no lo eran.

La “hostilidad y sus peligros”: ser un individuo irascible, agresivo y hostil está asociado a numerosos trastornos de salud, tales como: presión alta, alteraciones cardíacas y dificultades para cicatrizar heridas. Un estudio de la Universidad Estatal de Ohio (EE.UU.) encontró que tras sufrir heridas y transcurridos cuatro días, sólo el 30% de los sujetos agresivos u hostiles habían sanado de sus heridas versus el 70% de los pacientes que eran calificados como “personas serenas”, en tanto que otro estudio estableció una asociación entre hostilidad y mayores grados de depresión.

La “extroversión y las defensas”: al igual que las personas que se declaran “optimistas”, la condición de ser “personas extrovertidas” las resguarda de una serie de enfermedades. Según un estudio de la Universidad de Milán (Italia) las personas sociables y extrovertidas tienen un 15% menos de riesgo de enfermar, son menos propensas a desarrollar infecciones y muestran, asimismo, una rápida recuperación tras sufrir alguna patología. Sin embargo –de acuerdo con un estudio de la Escuela de Medicina de la Universidad de Yamagata (Japón)– los sujetos extrovertidos tienden a ser más obesos que los sujetos con personalidad neurótica.

La “timidez”: si el rasgo que caracteriza a un individuo es la timidez o lo que los expertos denominan “persona socialmente inhibida”, el problema de salud que aqueja a estos sujetos son infecciones virales, ya que observaron que los sujetos más gregarios tienen más activos los ganglios linfáticos –responsables del sistema inmunológico– que aquellos sujetos tímidos y aislados.

Los “estigmas del pesimismo”: ser una persona pesimista y poco positiva tiene un alto costo para la salud, ya que de acuerdo con un estudio de la Clínica Mayo (EE.UU.) quienes se declaran abiertamente pesimistas tienen más riesgo de morir jóvenes, ya que son un 19% más propensos a ese suceso. Asimismo, los investigadores de la Clínica Mayo lograron por primera vez establecer un vínculo entre una personalidad ansiosa o pesimista y el desarrollo futuro de la enfermedad de Parkinson, si bien, de acuerdo con el neurólogo Dr. James Bower, aún no se encuentra una clara explicación a este vínculo y tampoco existe certeza si la ansiedad y el pesimismo son factores de riesgo para el Parkinson o están vinculados a esta enfermedad a través de una predisposición genética.

Digamos finalmente, que ante tal cúmulo de datos científicos, habrá que considerar la posibilidad de abrir la mente y comenzar –desde ya– a controlar, modificar y corregir ciertas conductas y formas de ser, a fin de no perder innecesariamente años de vida o de arriesgarse a sufrir una serie de graves trastornos y enfermedades que pueden –con disciplina, fuerza de voluntad, compromiso y perseverancia– ser evitadas.

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